El colesterol es un lípido esteroide, que proviene del ciclopentano perhidrofenantreno (esto para los más carcas) con muchísima mala fama. Fama que en realidad debería ser totalmente opuesta: el colesterol es indispensable en la anatomía animal. Para que nos vayamos familiarizando con su imagen, aunque no sea muy relevante, aquí tenemos su estructura:
Se presenta en altas concentraciones en todas las partes importantes del cuerpo: en el cerebro, en el páncreas, en el hígado, etc. El colesterol que ingerimos en los alimentos es menos del 10% del total en el organismo, lo generamos de manera natural porque lleva a cabo funciones extremadamente importantes, por ejemplo, es el »cemento» de las membranas plasmáticas de las células (la piel de las células, para que nos entendamos). Las hormonas sexuales, corticoesteroidales o la vitamina D son derivaciones directas del colesterol, todas ellas también son esteroides (¿Habéis visto lo pequeña que es la química?).
La pregunta más frecuente: ¿Cuántos tipos de colesterol hay? Uno. Esto ha de quedar clarísimo para derribar el mito formado por la publicidad.
Lo que se pega a las paredes de nuestros vasos sanguíneos no es colesterol como tal. La molécula de colesterol es altamente hidrófoba, no se disuelve en el agua de nuestro plasma sanguíneo, por lo que sería imposible transportarlo y metabolizarlo como debiera. Al ser el cuerpo muy sabio, creó un sistema de transporte en forma de macromolécula (como un autobús) llamados lipoproteinas, apuesto a que os suena de algo. Las lipoproteínas no sólo transportan colesterol, como su nombre indica, transportan otros lípidos (como los famosos triglicéridos) y proteínas hasta su destino.
Hay 4 clases, con sus correspondientes subclases de lipoproteínas, pero son dos, las encargadas de poneros o no a dieta: las de Alta Densidad (HDL), el erróneamente conocido como el colesterol bueno; y el de Baja Densidad (LDL), el colesterol malo.
Cuando las células tienen colesterol suficiente, bloquean los receptores de LDL y las macromoléculas quedan pululando por los vasos sanguíneos sin función, es cuando aparecen los fagocitos, un tipo de glóbulos blancos encargados de que todo esté en orden dentro del plasma sanguíneo, que al ver la situación y a diferencia de lo que es usual, que es fagocitar los restos (engullirlos), los adhesionan a las paredes de los vasos sanguíneos. Creando cúmulos y resultando en que el médico, al ver la analítica, te ponga a dieta para tratar de controlar la producción.