Ayer, fue la primera ocasión en la que pude ejercer mi derecho a voto. No fue nada del otro mundo, especialmente si vas sabiendo que hagas lo que hagas es la misma acción que tirar papel higiénico en el wc.
Quizá, lo más lamentable a comentar de la jornada de ayer (a parte del pedazo de pedal que llevaba Gallardón. Millones de risas.) fue que se identificaron mediante los diez millones de abstenciones a los más tontos del país, que pensaron -inteligentes ellos- que #nolesvotes significaba #novotes. Resultado: la mayor abstención de la historia de la democracia y el nuevo reinado del Partido Popular.
Lo ocurrido tiene un sencillo resumen: los votantes de derechas no se avergüenzan de la corrupción por costumbre y los socialistas se indignan y optan por el voto minoritario. Hagan lo cálculos y obtendrán el resultado de ayer.
Grecia lleva en esta tesitura mucho más tiempo, con más fuerza y no recuerdo que hayan cambiado nada.
Han fallado muchas cosas, y en principio lo más peligroso de todo es el pensamiento colectivo. La masa como tal es tonta, y donde ven que se dirigen los dos o tres de los que van por delante, van los demás como borregos. Añádele una mala interpretación en un país que arrastra siglos de idiotez, corrupción y picaresca, y te dejarán el regalito. Si alguien creyó que un huerto en la Puerta del Sol iba a cambiar el sistema, erró de la peor de las maneras. Sí, es una buena declaración de intenciones, pero los cambios políticos nunca se producen con paz y amor, como bien ha demostrado la naturaleza humana a lo largo de la historia. Los cambios se producen, suene como suene, con miedo.
Preparen las maletas.